Ermita del Campo Alavés.
Esta ermita se localiza a 8 kilómetros de Torrijo de la Cañada. Este lugar estuvo habitado hasta los años sesenta durante todo el año. En las inmediaciones de la ermita todavía se pueden observar restos de estos asentamientos. Esta ermita fue construida sobre otra anterior. Presenta planta rectangular y está formada por presbiterio y cuatro tramos más, cubiertos con cúpula, bóveda estrellada, de arista y de lunetos respectivamente. En el último tramo se localiza un pequeño coro. La puerta de acceso a la ermita se localiza en el lado de la epístola. En el tejado sobresale una espadaña con campana.
El retablo es de madera policromada y fue fabricado en el siglo XVIII. Está compuesta por sotabanco, banco, cuerpo único y ático. El centro del sotabanco está ocupado por un altar. El banco se organiza por dos netos colocados en los extremos y desviados hacia fuera, entre los que se disponen paneles con talla decorativa. En el centro se localiza una pequeña hornacina vacía de remate mixtilíneo. El cuerpo se organiza mediante dos columnas de capitel compuesto, con fuste estriado en el primer tercio y el resto decorado con flores enlazadas con telas en forma de red. El espacio entre ambos tramos se configura a modo de gran cavidad. En el centro se localiza otra hornacina acristalada de medio punto coronada con el anagrama de María. La urna acristalada que contiene la imagen titular está escoltada por dos bultos escultóricos. En la espalada del retablo hay una abertura en el muro por la que entra luz natural. El ático se configura a modo de cascaron. Remata el conjunto una gloria barroca conformada por la Paloma del Espíritu Santo dispuesta entre nubes y rayos.
Respecto a la iconografía, la imagen de la Virgen del Campo Alavés preside el retablo. A ambos lados de la imagen principal se localizan las imágenes de San Félix y Santa Régula. En centro del ático se reserva para San Isidro labrador, mientras que en los extremos aparecen pequeños ángeles. En algunas zonas del retablo se distribuyen relieves referentes a las letanías de la Virgen.
BIBLIOGRAFÍA.
Costa Florencia, Javier. Torrijo de la Cañada. Historia y patrimonio artístico.
Colección Historias Municipales, 15, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2017.
Fuente de los Santos.
A finales del siglo XVI se fabricó esta fuente de tres caños. La parte inferior de la fuente está enmarcada entre dos semicolumnas de fuste estriado, mientras que un decreciente cuerpo superior acoge una cavidad cuadrangular presidida por las imágenes escultóricas de San Félix y Santa Régula.
El agua que mana de esta fuente procede de un manantial.
Peirón de Santa Cristina.
El peirón de Santa Cristina se ubica en el camino que une Torrijo de la Cañada con el vecino pueblo soriano de Deza. Está fabricado en su totalidad con ladrillo. El peirón se levanta sobre una grada cuadrada de doble escalón. Consta de una basa que se diferencia del fuste mediante una pequeña cornisa. El fuste es cuadrado y está decorado con bandas en hueco y ladrillos de canto o diente de sierra, de material más rojizo, en forma de cruz latina. En el edículo se localizan pequeños huecos bajo arcos de medio punto en forma de hornacinas. Uno de ellos alberga la imagen de Santa Cristina. El peirón está rematado con un cimacio piramidal.
Cruz del Arenal .
Este crucero está fabricado con piedra. La grada es de tres escalones y la basa es cuadrangular y escalonada. Sobre la basa arranca el fuste redondo y grueso. La parte superior del crucero está coronada por una cruz labrada por sus dos caras. La leyenda cuenta que en esta cruz tuvo lugar el martirio de los santos patronos del municipio, San Félix y Santa Régula. El 11 de septiembre del año 300 Daciano mandó decapitar a los santos Félix y Régula, que pertenecían a la legión tebana y que habían llegado a Torrijo para predicar la palabra de Dios, negándose estos a ofrecer sacrificios a los ídolos. Estos santos recorrieron kilómetros andando con sus cabezas cortadas reposando sobre sus manos en busca de una sepultura. Allí donde quisieron descansar en paz se levantó una ermita en su honor conocida popularmente como la Ermita de los Santos. Debajo de esta cruz de piedra se localiza un aljibe por el que mana un manantial que nutre de agua la Fuente de los Santos.
Patrimonio Industrial.
La tardía incorporación ibérica a la revolución industrial y la preferencia de nuestros estudiosos por los monumentos y edificios del pasado clásico, medieval o renacentista, han hecho que la denominada “arqueología industrial”, esa rama de la historia dedicada a “la investigación, estudio, clasificación y, en algunos casos, a la conservación de dichos monumentos industriales” (R. Angus Buchanan. Arqueólogo industrial. Universidad de Bath. Inglaterra), sea considerada una rama menor dentro del mantenimiento del patrimonio, cuando no un recurso económico vendido a peso a las fundiciones metalúrgicas. Además, la obsolescencia estética y sobre todo funcional de estos objetos, sobrepasada con rapidez por la eficacia de otros más modernos, solventes y aspecto “más aristado”, poco ayudan a preservar aquellos objetos que fueron origen y paso obligado para el desarrollo técnico que vivimos en la actualidad (que cómo se utilice dicho desarrollo ya es otro tema).
Molinos harineros, almazaras y herrerías, cuya actividad nos ha colocado en el lugar de la historia en el que nos encontramos, languidecen en nuestros pueblos bajo la égida del óxido y el olvido. Factorías metalúrgicas precursoras de la ingeniería civil y del salto cualitativo hacia la modernidad son desmanteladas, con componendas políticas sospechosas, para dar cancha al I+D+I de la industria inmobiliaria (Averly. Zaragoza). Y aperos de labranza y de oficios manuales del pasado desempeñan su último cometido en los vertederos de algún barranco cercano.
Por eso hoy rescataremos, aunque sea de forma testimonial y para que a partir de ahora podamos verlos de otra manera, un par de artefactos hidráulicos de nuestro pueblo que, por inadvertidos o simplemente desconocidos, no gozan del escaparate de otros elementos más vistosos de nuestro patrimonio.
Noria Metálica de hierro fundido de tracción animal o noria «de sangre» (41,46440º N 1,86435º W).
Este precioso ingenio hidráulico se halla en la margen derecha del Manubles, a la altura de la granja porcina situada en la carretera y bajo las rocas calizas del cerro de Santa Bárbara. Para llegar hasta ella se recomienda rodear dicho cerro por el camino que discurre por Vallalcazar y llegar hasta el punto que comentamos, ya que hacerlo a través del camino del Prau o cruzando el río por la desembocadura del barranco de la Tejera resulta más aventurado, cuando no complicado, debido a la vegetación. Si no vais atent@s, seguramente pasaréis de largo del objetivo ya que las zarzas la cubren por completo . Por eso, como referencias os pueden servir una caseta de piedra situada un poco antes de la noria y el “mangrano” y la higuera que la cobijan.
Esta noria hidraúlica es una noria “de tracción animal”. Se la denomina así porque era una “bestia” de tiro la que proporcionaba la fuerza motriz al sistema. Este animal, normalmente un burro o una mula, giraba atado a un palo denominado “almijarra” o “mayal”, transmitiendo ese movimiento a una rueda dentada horizontal que giraba solidariamente con el animal. Al mismo tiempo, esa rueda dentada horizontal estimulaba el movimiento de otra rueda vertical que llevaba adosado un tambor con un par de correas articuladas sin fin, alojadas en los senos laterales del tambor. Amarrados a esas correas aparecían los recipientes o “cangilones”, que se descolgaban hasta el agua amarrados a dichas correas aprovechando el desplazamiento del tambor.
Por la disposición de los cangilones o vasos que subían el agua hasta la superficie, el animal giraba necesariamente en el sentido contrario de las agujas del reloj, y para ello contaba con una explanada circular suficiente como para que la longitud de la almijarra le permitiese hacer una palanca cómoda a la hora de trasmitir el movimiento a la rueda dentada horizontal.
Bien engrasada la máquina, mejor alimentado el animal y llevando un mantenimiento severo que mantuviese a raya el óxido, este ingenio suponía una solución eficaz para elevar agua de la acequia del Prau y depositarla en el canal, situado junto a la noria, que recorría los tablares a los que no llegaba dicha acequia.
Fabricada por el artesano Alfredo Herrera (Valladolid), nos encontramos ante un tipo de noria cercano al concepto de ascensor que resolvía, por el método del descuelgue de los cangilones, el problema de las norias tradicionales incapaces de alojarse en el hueco de pozos estrechos (Esta noria es de titularidad privada y posee su propio ajarbe o turno de riego).
Existe, también otra noria de semejantes características, aunque en peores condiciones de conservación, en una «pieza» situada junto a la carretera frente al peirón de San Vicente. Localización de la misma: 41,47094 ° N 1,86951 ° W.
Fuente de Paseo del Averly.
Situada en el parque infantil de detrás del lavadero de Torrijo de la Cañada, esta fuente ornamental es una pieza de hierro fundido manufacturada en serie en la Fundición Averly de Zaragoza. Su fuste, decorado con motivos vegetales, presenta una placa que identifica al fabricante de la fuente y, a media altura, los dos platos-desagüe en forma de concha a los que vierten los dos grifos, uno a cada lado, cegados en la actualidad. El capitel (parte superior) está coronado con una copa de dos asas y la basa (parte inferior), ancha y sólida, se entierra directamente en el suelo, a diferencia de otras fuentes del mismo tipo localizadas en otros lugares, que reposan sobre un pedestal de cemento. Su altura es de 1,60 m, pesa la friolera de 200 kg, y su plano se haya localizado en los archivos Averly, más concretamente en “Armario II, nivel F, carpeta “Construcciones armario II/fuentes”, catálogo “Fundición Averly” en página 56”, con referencia FN 006 (ésta última información ha sido extraída del libro “La industrialización en Zaragoza. La Fundición Averly de Zaragoza” de Francisco Javier Jiménez Zorzo)
El modelo original data de primeros de siglo XX, y la que se encuentra en Torrijo es una copia de principios de los años 90 del siglo pasado. Efectivamente, su escasa antigüedad quizás nos lleve a considerar que su valor sea exiguo. Sin embargo, junto a otras iguales que aún se conservan en nuestros pueblos y principalmente en la ciudad de Zaragoza, es una de las pocas que resiste a la anteriormente citada “obsolescencia estética” que las ha ido retirando de nuestros parques y paseos, confiriéndole un valor que trasciende al de su antigüedad, uso y material que la compone. Además, esta pieza adquiere mayor importancia si consideramos que la empresa matriz que la fundió, AVERLY S.A., se convirtió en un bastión de los defensores de la “arqueología industrial” después del cierre definitivo de su antiquísima factoría en 2013, situada desde 1880 en “Campo Sepulcro” (Paseo Mª Agustín. Zaragoza) hasta que, en 2016, el sueño de conservar su legado industrial, prácticamente intacto, se vio frustrado por culpa de decisiones políticas más que cuestionables que hicieron prevalecer las sugerencias de empresas inmobiliarias. Tan sólo un 30% del solar, la casa familiar y los jardines anexos a la fábrica, se conservan como testimonio de este “patrimonicidio” industrial.
Para que toméis perspectiva de lo que fue Averly, fundada en Zaragoza en 1863 por el ingeniero francés Antonio Averly y Françon, sólo os diré que fue de las primeras fundiciones del estado, muy anterior a los altos hornos del norte del país, y una apuesta sólida por la innovación tecnológica en una economía basada exclusivamente en la agricultura latifundista. Su actividad, dirigida mayoritariamente por técnicos franceses y europeos, sirvió para formar a especialistas españoles, hasta entonces “rara avis” en una economía agrícola, y para fundar las bases de la revolución industrial que cambió las relaciones sociales y laborales de los zaragozanos. En una frase: la “Ilustración” llegó, vía industrialización, 50 años después después de que los españoles la rechazáramos en la “Guerra de Independencia” de 1808, en la que preferimos el oscurantismo y las “caenas” con las que nos amarraba la casa de los Borbones.
Podemos decir, por tanto, con total orgullo, que en Torrijo de la Cañada tenemos uno de los vestigios de esta importante empresa de la que salieron piezas tan exclusivas como la estatua del Justicia de Aragón Juan de Lanuza (Zaragoza.1892), la “Fuente de la Samaritana” (Plaza de La Justicia, Zaragoza. 1866), el León del Batallador (Parque J.A. Labordeta. 1922), las esculturas del genial pintor, escultor, periodista, pedagogo y anarquista oscense, Ramón Acín (1888-1936, fusilado por la barbarie fascista), la estructura metálica del Mercado Central (Zaragoza) o el Puente de Tortosa sobre el Ebro. Piezas todas ellas únicas que ya no podrán ser reproducidas, al menos, bajo la supervisión de Averly.
Como curiosidad, reseñar que en la plaza mayor de Villalengua existe una fuente de la misma fundición igual a la que preside los jardines de la casa conservada junto a la derruida nave de Averly y, en Bijuesca, otra igual a la de Torrijo de la Cañada.
Textos de: Eduardo Sisamón.